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miércoles, 3 de septiembre de 2014

El sueño americano. Pop art



El asedio del imperio Coca-Cola, con su promesa rota de felicidad en spots publicitarios, es la prueba de que no te vende un producto inocente que simplemente consumes.

‘La fábrica de la felicidad/ Por cada arma que se vende en el mundo, veinte mil personas comparten una Coca-Cola/ Hay razones para creer en un mundo mejor/ Destapa la felicidad’

Coca Cola—dice el sociólogo Slavoj Žižek—está rodeada de una atmósfera teológica y metafísica que irradia al común de los refrescos. Es el producto ideal del sistema capitalista, los spots lo auguran como el ‘objeto causa de deseo’ que te transporta a un estado de felicidad paradisíaca, pero lejos de esta promesa, descubres que cuando la destapas y bebes, más sed tienes, y consecuentemente, más quieres y más compras. Esta idea del placer frustrado es la base del consumismo capitalista, de otra forma el sistema muere con la satisfacción misma del deseo. Coca-Cola no sólo no satisface tu deseo, sino que al mismo tiempo te obliga a desearlo.
Esta lógica frustrada de acceso al deseo empleada por Coca-Cola, tiene cierta equivalencia artística con las series de serigrafías que, el artista por excelencia del Pop Art, Andy Warhol, hace de tantos productos de consumo, de celebridades, y en definitiva, de objetos y sujetos superfluos que presentan cierto atractivo externo pero también ese intento fallido de saciar nuestra visión consumista. Como en el trauma freudiano, cuando el problema no se soluciona, sólo cabe el continuo retorno de lo mismo, su repetición.


Puedes estar mirando la tele y ver un anuncio de Coca-Cola, y puedes saber que el Presidente bebe Coca-Cola, Liz Taylor bebe Coca-Cola, y piénsalo, tú también puedes beber Coca-Cola. Una Coca-Cola es una Coca-Cola y ninguna cantidad de dinero puede brindarte una mejor Coca-Cola que la que está bebiendo el mendigo de la esquina’. Estas palabras de Warhol hacen visible el cambio radical de la imagen y del arte en el siglo XX; frente al valor eterno de la unidad del arte premoderno, donde la copia no tenía valor artístico alguno, el relativismo de la repetición serial de la imagen pop niega la superioridad de la imagen única e irrepetible y concede el mismo valor a la copia.
Pero, ¿qué es el Pop Art? Clement Greenberg expresa que desde finales del siglo XIX, y especialmente desde Manet, el arte te hace sentir incómodo, desafía tu gusto y no pretende satisfacerlo; en cambio, los artistas del Pop Art, de forma deliberada, tratan de satisfacerlo, haciéndote un sujeto dócil fácilmente manipulable. Para ello, artistas pop como Roy Lichtenstein o el propio Warhol, utilizan las mismas técnicas de la publicidad y del diseño industrial, la línea clara y el color explosivo del comic, al tiempo que centra sus miras en los iconos de los medios de masas, otorgándole el aura que las nuevas técnicas les ha ido arrebatando al arte en el siglo XX.




Es la imagen cómoda pero intrascendente; el lenguaje fácilmente accesible al público pero carente de un significado profundo. Pero, ¿acaso debía un artista pop imitar las antiguas técnicas de pintura al lienzo o la imitación del paisaje como haría un pintor romántico? ¿Por qué ha de mirar a la naturaleza un artista que vive en una sociedad industrializada? ¿No sería en tal caso un falseador de la realidad? Y, ¿no es este arte una visión de una América que, tras salir reforzada de la II Guerra Mundial, se sentía dueña de un mundo al que intentaba americanizar con su estilo de vida?
Pero, ¿es todo el Pop Art un arte frívolo? Tenemos muchas interpretaciones de Andy Warhol. Por una parte, al artista en el que la frialdad domina su vida y su arte, y por otra, a quien detrás de su aparente superficialidad, se esconde un artista comprometido y crítico con el consumismo complaciente, el capitalismo, y sobre todo,  la tez glamurosa de las celebrities’, el fetiche warholiano por excelencia que esconde lo que Thomas Crow llama ‘la realidad del sufrimiento y la muerte’, como el suicidio de Marilyn Monroe.



Fuera de este pop idílico, el artista español Santiago Sierra contrató en 2002 a una persona que pedía limosna en una calle comercial, para decir una sola frase ante una cámara de video: ‘Mi participación en este proyecto puede generar unos beneficios de 72 mil dólares; yo estoy cobrando 5 libras’. Una crítica sencilla pero afilada. Su obra hace visible la cara oculta del capitalismo, su desigualdad y sus efectos perversos. Un sistema de producción que precisa una realidad dura y oculta para mostrar los excesos de la parte favorecida de este sistema.
Una célebre crítica contra la estupidez capitalista del arte, es la que el artista conceptual Piero Manzoni señala en su obra ‘Merda d’artista’. Expuso y comercializó latas que teóricamente contenían sus heces valoradas al peso del oro. En poco tiempo, la obra no solo obtuvo el valor del oro, sino que lo superó con creces. Hallarás en el arte crítico y social, no sólo el espejo visible de la cara oculta del mundo, sino también los golpes reivindicativos de un artista que intenta darle forma.



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El Pop Art es un arte que aspira a multiplicar imágenes de forma mecánica, dejando a un lado su profundidad emocional y artística; es un acorde perfecto en un mundo lleno de disonancias. Una gran mentira. Un reflejo, pues, de una sociedad que ha decidido fingir parecer y poseer, en lugar de ser y crear. ¿Es posible ver una visión de un Warhol comprometido y crítico con ese sistema de consumo asiduo e ídolos fáciles? Es aceptable pero es endeble. A pesar de una posible respuesta afirmativa, la intención crítica del artista puede sucumbir a la simple apariencia trivial y a la cara optimista de una América que niega su propia fragilidad. ‘Lo que ves es lo que hay’ dijo en una ocasión Warhol sobre su arte.

ARteStética @therestisnoise_