A mediados
de los años 70, el artículo «Visual
Pleasure and Narrative Cinema» de Laura Mulvey desveló el modo en el que el
inconsciente de la sociedad patriarcal ha configurado los años dorados del cine de Hollywood.
Examinando
la división de roles activo/masculino y pasivo/femenino en la sociedad, Mulvey
detecta que el cine de Hollywood exhibe a la mujer como un simple objeto de
deseo que se muestra ante la mirada masculina, tanto del personaje masculino como
del espectador. Esta idea se acentúa con los movimientos de cámara que recorre
el cuerpo femenino ascendiendo de los pies a la cabeza, o cómo no, en la propia
estructura de la sala de proyección de cine, que desde la lejanía y la
oscuridad de las butacas, actúa como metáfora de las fantasías voyeuristas de los espectadores. Por el
contrario, frente a la subordinación de la mujer como mero espectáculo para su
deseo, el personaje masculino encarna el elemento activo de la narración, así
como aquel con el que se identifica el espectador.
«El cine, y en definitiva el arte, exhibe a la
mujer como objeto de deseo de la mirada masculina y la subordina al
protagonismo de éste»
Se cumplen
cuarenta años de la publicación del artículo y su análisis es extrapolable al arte,
a la fotografía, la publicidad, y en definitivas a diferentes esferas de la
vida.
La
cosificación de la mujer está presente en toda la historia del arte, desde temas
como «El baño de
Betsabé» o «Susana y los
viejos» donde el voyeurismo
se convierte en la propia representación, pasando por la pintura flamenca, y
hasta llegar a los umbrales de la frivolidad y la sumisión en la obra pop de
Allen Jones, donde convierte a la mujer en un simple mueble doméstico: una
silla, una mesa y un perchero.