Jacques Lacan, el lector
de Freud, revaloriza el psicoanálisis que había estado en descrédito. A
diferencia de Freud, Lacan interpreta que el inconsciente está estructurado
como un lenguaje. El inconsciente ya no está en la profundidad, ya no es una
estructura vertical, sino que éste se manifiesta de forma horizontal, como el
lenguaje. Lacan concibe tres registros o dimensiones del sujeto: lo Imaginario,
lo Simbólico y lo Real.
Lo Imaginario
Entre los 6 y 18 meses
de edad, tiene lugar el Estadio del Espejo, el humano reacciona con entusiasmo
al contemplar su imagen en el espejo. Hasta este momento, el cuerpo no es
percibido más que como una serie de sensaciones fragmentadas. En este registro,
la visión de su imagen en el espejo adquiere la noción de unidad de su cuerpo.
El Yo se construye gracias a esta percepción de uno mismo como Uno, y se
constituye a partir de la imagen externa. Así, el Yo puede diferenciarse del
Otro.
Lo Simbólico
El sujeto humano aprende
quién es a partir de lo que otros le dicen, sigue construyéndose desde afuera.
El sujeto simbólico es el sujeto que ha aceptado el lenguaje, la norma, la ley,
la historia y la cultura. El sujeto incorpora las palabras que oye, genera su
identidad en base a ellas. Si en el registro imaginario, el sujeto se
identifica con la imagen; en lo simbólico, lo hace con el lenguaje.
Lo Real
Lo Real es la
prehistoria del sujeto y será lo que a éste tienda. Es todo aquello que es
excluido de la realidad, aquello de lo que no se puede hablar, puesto que está
más allá del sujeto. Lo Real no se puede conceptualizar, pensar ni imaginar. Lo
Real es justamente el estadio en el que se encuentra el bebé antes de entrar en
el lenguaje y la cultura. Es la dimensión biológica.
Para Lacan no existe lo
íntimo sino que habla de extimidad, es decir, que incluso en esas
conductas en las que nosotros creemos que somos originales, no lo somos. Los
sujetos formamos parte de la cultura, estamos construidos de modo artificial,
influidos por la sociedad. No hay un interior original, según este autor, sino
que hay un exterior y un interior que está al mismo nivel en el
sujeto, ello lo representa a través de la línea de Moebius.
El sujeto se forma para
él mismo, de esta manera no tiene interior ni exterior. Comienza fuera pero,
poco a poco, se forma en el interior para terminar, otra vez, fuera.
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Banda de Moebius |
Para Lacan, ello es la
clave de la formación de un sujeto. No hay una singularidad en cada sujeto sino
que somos plurales. Por ello dice que el lugar del interior es un lugar
simbólico que se pierde cuando entramos en el lenguaje.
El paso de lo Real a lo
Simbólico es el paso de lo animal a lo cultural, el sujeto se divide y deja de
ser uno y pasa a ser dos. Es el momento que el Yo se hace cultural, se divide.
La cultura nos hace hablar y nuestras pulsiones se amoldan a hechos ya
codificados. El sujeto utiliza un código ya preestablecido, de ahí que el
sujeto comienza a ser dicho por el Otro. El sujeto ya no es original, ahora es
cultural. Ese paso de lo Real a lo Simbólico no es un corte limpio, existen una
serie de cortes o excedentes que no se pueden eliminar del todo, ese vacío
siempre mantendremos instintos de plenitud, de ser uno con la madre. Ese
excedente es la causa del deseo, es lo que Lacan llama objeto a.
El goce
Lo Real se parece mucho
a ese mundo de plenitud paradisíaca, donde creíamos que dominábamos el mundo
que ahora se castra. Por ello, siempre hay un deseo de volver a ese objeto
(aquello que está más allá de la razón).
Ese objeto de deseo, de
volver a lo real, es la falta que recuerda una plenitud, una huella que es la
presencia de una ausencia. La dimensión de lo Real es también denominada por
Lacan como Das Ding (la Cosa). Lo Real es una huella, es la
presencia de una ausencia. Un objeto que por mucho que queramos llenar ya nunca
volverá a llenarse. El objeto a es el objeto causa del deseo,
que para Lacan es indivisible, y al que nosotros le vamos poniendo formas en
diversos objetos reales.
Lacan introduce el
concepto de goce, que está relacionado con la plenitud, que es al que aspira el
sujeto. Este estado paradisíaco de plenitud, según Lacan siempre es imposible
de acceder a él. Este gozo, casi en el sentido del éxtasis de la mística es
siempre inalcanzable, puesto que está regulado por el principio del placer, esa
barrera inaccesible que hace que el sujeto literalmente se tuerza al llegar a él y se encuentre en el otro lado. Es el vacío insalvable
frente al que el sujeto siempre está o demasiado cerca o demasiado lejos.
La mirada lacaniana
Lacan desarrolla su
concepto de mirada y el arte como un engaño al ojo en el Seminario XI. Habla del arte como objeto a, como un
trasfondo para el ojo. Para entender eso hay que tener claro que para Lacan la
mirada no está de parte del sujeto sino del objeto. La mirada lacaniana no se
concibe como pensamos que es la visión del sujeto al mundo, sino que es el
mundo el que nos mira a nosotros.
Normalmente tenemos la
teoría tradicional dada por Descartes, en la que pensamos que nosotros estamos
en un lugar y vemos las cosas con distancia, como si esas cosas no nos
estuvieran viendo. Lacan le da la vuelta a ese modo de pensar y dice que
nosotros también estamos siendo mirados, que somos objeto de visión de esos
objetos que miramos y que están en el mundo, incluso, antes que nosotros. Lo
que hace Lacan, es meter al sujeto en mitad de la acción, que el sujeto ya no
es un observador, sino que a su vez, estamos siendo observados, estamos en
medio. La mirada preexiste al sujeto, el cual, mirado desde
todos los lados, no es más que una mancha en el espectáculo
del mundo.
La mirada del mundo |
Hasta ahora habíamos
tenido la idea de Descartes. Como observadores con distancia, entendíamos
que nosotros veíamos la imagen (el mundo)
pero no éramos el mundo. Ello lo que hace es que esa especie de barrera que
separa a la imagen del mundo desaparezca, que en todo momento seamos una mancha
dentro del campo de visión. Siempre que vemos no estamos viendo una imagen pura
sino manchada por nosotros.
Sigue la idea del espacio
coextenso del Barroco, entendido como un teatro que se abre al
espectador aunque todavía está la obra pero se está abriendo al espectador.
Esta es la clave de la Teoría de la Percepción, en la que se dice
que no hay un interior ni un exterior. Esta es la clave del arte para Lacan.
El arte visto como una
especie de pantalla-trampa donde se atrapa la mirada del mundo (del arte), que
al mismo tiempo es un engaño para el ojo porque hace creer, por un momento, al
sujeto que está viendo lo real. Detrás de la imagen, para Lacan, está la
mirada, el objeto, lo Real, con lo cual el pintor en cuanto creador
[...] entabla un diálogo. De manera que no es posible una ilusión perfecta,
y aun si fuese posible no respondería a la cuestión de lo real, puesto que no
puede representarse.
Para Lacan la pantalla
entre el mundo y nosotros es una especie de salvaguardia (pantalla) entre
nosotros y el vacío y si el arte tiene que ver con ese vacío, entonces, el arte
es como esa salvaguardia o pantalla.
La mirada como pulsión
visual, pulsión escópica, es decir, ese deseo de ver más allá, que recuerda la
mirada absoluta de plenitud, el recuerdo de la mirada de la madre. La mirada es
el deseo que nunca se satisface que para Lacan se relaciona con la madre que
cuando llora el niño y la ve, este se calla; es el deseo de reconstruir el
deseo del mundo.
Para Lacan, nosotros
vemos pero al mismo tiempo estamos siendo mirados por el mundo.
Nuestra pulsión visual, nuestro deseo de ver más allá tiene que ver con el
deseo de ver el mundo. Pero según el autor, nosotros ya no podemos volver a la
plenitud de la mirada, ya no podemos volver, nos tenemos que quedar en medio,
en la pantalla que se interpone entre nosotros y el mundo.
La imagen, prácticamente
es una imagen de la mirada. Es aquello que nos puede recordar a la mirada pura
de la madre, que para Lacan, es la única manera de ver lo real a través de ver
una versión empobrecida. Sólo podemos mirar la visión del mundo pero
empobrecida. Por ello el arte es una frustración, porque nunca muestra
todo.
El
arte de lo Real
Lacan entiende el arte
como sublimación del vacío, como sublimación de esa pérdida que se produce del
paso de lo Real a lo Simbólico. El arte se concibe como una trampa a la mirada,
que sirve para atrapar, por un momento, esa plenitud que ya es imposible volver
a retener.
La imagen del arte
representado como algo que atrapa lo real y, que al mismo tiempo, nos protege
como una especie de filtro, porque cuando lo real entra en el sujeto lo rompe,
lo des-sujeta.
La clave es que sólo
vemos lo Real a través de esta especie de filtro pero que no nos deja del todo
verlo. El arte para Lacan es una frustración, es una especie de quiero y no
puedo. Es una estrategia de la representación que le da forma a algo que no
tiene forma, lo lingüístico (que no puede expresar, del todo, lo real).
Hal Foster, historiador
y crítico del arte, en El retorno de lo Real, expresa
que esa pantalla es la manera en la que cada sociedad, a través de la ley
y las normas ve el mundo. Es casi, la reserva cultural con la cual vemos y entendemos
el mundo. El objeto devuelve la mirada, de hecho, las cosas nos miran antes de
que nosotros veamos.
El arte de lo Real, es
aquel que intenta ir más allá del lenguaje, ir más allá de lo lingüístico, y
trata de romper la pantalla que nos protege del mundo.
Lo Real en el cine
Lars Von Trier, uno de
los creadores del movimiento danés Dogma 95, es el paradigma de cine actual,
con el que intentan salir fuera del modelo de Hollywood, e incluso, salir fuera
de la cultura. En la película Idioterne, el director prescinde de
guión, no hay música, y el montaje posterior está prohibido, en la que
simplemente introduce la vida. Es como la nueva Nouvelle vague, es
decir, un intento de llevar el cine a la realidad.
Para ello reúne a un
grupo de jóvenes más o menos acomodados que se reúnen tras una consigna
singular: vivir como si fueran retrasados mentales. Una casa prestada, con
amplio jardín, es su base de operaciones. Allí babean, deambulan absortos,
balbucean frases, hacen de idiotas.
Esta película es una pulsión de vida, lo que pretende es llevar el arte más
allá, desmitificarlo, que sea como la realidad, como la vida. Se quiere
hacer como que el individuo no ha entrado en la sociedad, no sigue ningún tipo
de norma, lo que se puede entender como estar más allá de la cultura, es un
intento de salir de toda la Ley que oprime al individuo. Por ello, estos
jóvenes intentan hacer el idiota.
La palabra idiota cuyo
significado original en latín es simple, también se entiende como algo único,
un ser real en el que no se ha producido la opresión del lenguaje, el paso a la
cultura y no ha aceptado el Nombre del
Padre.
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Fotograma del filme Idioterne (Los idiotas) |
En la película llega un
momento en el que estos jóvenes que actúan como idiotas, o como
seres que no han entrado en la cultura, van a entrar en contacto con
deficientes mentales de verdad. Entonces se dan cuenta que, por mucho que
quieran actuar como deficientes mentales, no lo pueden hacer ya que una vez que
se ha entrado en contacto con el lenguaje, lo único que hacen es un intento de
hacerlo, un intento de volver a lo Real sin conseguirlo, porque ya están
contaminados por el lenguaje y la cultura.
Algo parecido sucede con
el arte, por mucho que se quiera llegar a lo Real, no lo conoce, por tanto, es
una frustración. Esa idea es la que según Hal Foster, está en el arte
contemporáneo, la idea de la frustración del arte en cuanto que quiere mostrar
lo Real, es un intento de llegar a lo Real. El arte que no muestra nada, que calla, que oculta, reduce o hace
desaparecer lo visible, deberá ser, también, y en consecuencia, un arte de lo
Real.
La peculiaridad de la
pornografía
La
pornografía es el género cinematográfico que lo revela todo al
espectador, ya que no oculta nada (genitales, penetración, etcétera). Todo aquello que en un film romántico
quedaba censurado y dejado a la imaginación del espectador, no es así en el
porno. El mundo de la pornografía hace explícito aquello que no debe ser
mostrado. El film romántico se construye en torno a un vacío, aquello que
no se puede decir, en este caso mostrar, la narración fílmica del
coito. Aquello a lo que aspira el film
romántico y no llega, es lo que la pornografía banaliza. Lo que uno sugiere otro presenta.
Pues bien, la
pornografía invierte la relación sujeto-objeto. Si Lacan habla que la mirada
está en posesión del objeto y la visión del sujeto, en el mundo de la
pornografía se invierte, y los sujetos son los actores y el objeto el espectador. Los espectadores nos volvemos objetos al mirar la imagen que
nos revela todo, por tanto, la mirada perversa y destructiva está de nuestro lado.
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La mirada del porno |
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