Theodor W. Adorno. Teoría estética,
1970
Un año después del
fallecimiento de Theodor Adorno (1903-1969), se publica su obra póstuma, Teoría Estética.
Si Hegel
concebía el arte como una confrontación entre forma (espíritu) y materia
(naturaleza); la filosofía idealista hegeliana concede a la forma el dominio sobre la naturaleza, el momento formal o espiritual es superior a la materia
(Naturaleza). Así, el significado
artístico, surge de la manipulación de la materia, es decir, de la producción
de un significado a través de la expresión. A la forma se contrapone la materia, ya que la obra de arte tiene
una parte natural, en la que aún se
conserva lo que no es espíritu. Hegel dice que la Naturaleza no tiene belleza porque no tiene espíritu puesto que es sólo materia.
Ahora bien, si para Hegel la belleza artística es superior a la natural
por la presencia del Espíritu, de la aportación de la expresión humana;
la postura que defiende Adorno
es que la negación que hace Hegel de la belleza natural se entiende como una herida.
El ensalzamiento de lo espiritual
frente a lo natural constituye una autonegación,
es decir, el hombre niega que es Naturaleza, y se afirma como siendo
solo Espíritu. Hegel niega nuestra condición humana dentro de la naturaleza.
Adorno se distancia de
Hegel en que la obra de arte, además de ser producto del espíritu, de la forma, es
también materia puesto que el artista
ha intervenido dando forma sobre la materia. Por ejemplo, si observamos una
escultura, vemos que hay una parte formal,
realizada por el artista y rasgos que
son de la propia materia, como podría
ser las vetas del mármol o la madera, donde el artista no puede participar de
la esencia del material. Por lo que toda obra tiene una parte formal pero también tiene una material, ya que la materia que queda
tiene fuerza significante.
Para Adorno, en lo
humano, es condición indispensable la existencia de lo racional y lo natural. A diferencia de Hegel, para Adorno la naturaleza si
es belleza.
Para la Escuela de
Frankfurt, y por consiguiente para Adorno, cada vez que se produce una forma la
entendemos como una forma de violencia sobre la Naturaleza y el mundo. Para este
filósofo es importante que el hombre sea consciente de que al representar el
mundo, está creando una forma de violencia sobre la Naturaleza.
Incluso el arte, en
tanto que forma, comparte esa
naturaleza violenta con las formas de ordenación de lo real, pero sin embargo,
en el arte aún permanece el componente material,
lo que Adorno llamará mimético.
Para Adorno el arte
contiene necesariamente un momento formal,
pero también contiene un momento material,
a-conceptual, mimético. Y quizás, lo importante de la obra es lo que no es
espíritu. La obra de arte también es aquello que no ha hecho el hombre de la
obra de arte. La propia materia aporta su propio significado independientemente
del artista, es decir, la materia es opuesta a lo conceptual, proviene de la
propia Naturaleza que no está intencionada por el artista. Adorno refleja la
importancia de lo no intencionado por el artista que es la materia frente a lo intencionado por el artista que es la forma. Las cualidades del material
artístico no están determinadas
totalmente por el artista.
Pero hay algo
paradójico en todo esto, el arte recuerda al Espíritu que no solo es Espíritu.
Pone ante sí su naturaleza material no reducible a concepto o a la razón, pero
a su vez es un producto del Espíritu
puesto que necesariamente tiene forma. Esta contradicción o paradoja es la
también la particularidad del arte
Arte y Naturaleza
En la obra de arte la naturaleza
no se expresa directamente, pero sí señala lo que no es forma, deja que
recordemos a la naturaleza, pero no la presenta. La obra de arte
expresa, negativamente, aquello que no es.
La obra
de arte contiene un momento material (mimético)
y un momento formal (lenguaje). En
un sentido el momento mimético es
imprescindible, puesto que no hay obra de arte sin materia, es decir, sin
transformar algo en otra cosa. El propio
origen del arte tiene esa vocación mimética
de aproximación a la naturaleza
reproduciéndola.
El momento mimético se opone al técnico-formal
(lingüístico) y se corresponde con aquellos aspectos de la obra cuya
presencia no está del todo dominada por la forma. Así, la
obra de arte dice no solo aquello que dice su forma, sino también
aquello que la materia muestra.
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Las manos de Dios. Rodin |
Sin embargo, el arte, especialmente el contemporáneo,
aunque conserva su origen mimético no es arte mimético tal y como lo puede ser, por
ejemplo, el arte clásico.
El arte contemporáneo es un arte autónomo, liberado
de sus funciones cultuales en cuyo seno surgieron las prácticas que hoy
llamamos arte y que se caracterizaban por su impronta mimética.
El arte autónomo ya no nos proporciona una relación
supuestamente directa, natural, con el mundo. La función mimética que el
arte premoderno ha satisfecho no es posible, ni deseable, ya que sería una
falsa experiencia, en el mundo contemporáneo. Aunque el arte tiene su origen en esa función, su
progresiva autonomía ha hecho que se desprenda de ella.
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Arte premoderno. Detalle de Los horrores de la guerra. Rubens |
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Arte moderno. Detalle del Guernica. Picasso |
Su propia naturaleza paradójica (como siendo a la
vez parte de la naturaleza y parte del espíritu) otorga un
potencial crítico al arte. Su tarea no es la de crear estructuras que nos
permitan expresar una experiencia auténtica del mundo, sino mostrar que todo
intento de dar forma al mundo, y de constituir esa experiencia, lo falsea.
El
arte moderno será, para Adorno, una forma de representación no alienante,
puesto que contiene una crítica social ya que no todo depende de la forma, sino
que puede hablarse de algo mimético que le permite llegar a la crítica social.
No existe, ni puede existir, expresión genuina.
Toda expresión conlleva un grado de falsa conciencia.
Al señalar siempre aquello que no es espíritu,
el arte, pese a ser forma, y por ello potencialmente engañoso o
falseador de la experiencia, puede recordarnos que todo momento formal
conlleva un momento de falsa conciencia.
El arte es un recuerdo continuo de aquello que el Espíritu
deja fuera, de aquello que no es arte. Así, pese a que no puede proporcionar
una experiencia directa del mundo, puede al menos hacernos tomar conciencia de
las mediaciones, y de la violencia que éstas ejercen sobre el mundo, que
normalmente damos por sentadas.
El arte en tanto que forma es también culpable de
la violencia que se ejerce sobre el mundo. La única manera de controlar ese efecto es el de no
producir una forma unificadora y placentera. La forma ha de ser tal que se
resista al sentido.
Solo la forma que señala las heridas que ha dejado
sobre la materia puede revelarse como verdadera: disonancia, desestructuración,
etcétera. Adorno concibe la verdadera obra de arte como aquella donde la forma
está incompleta, y nos muestra que no se puede exponer una forma
placentera. La forma debe resultarnos incomprensible, alterada, ya que
nos exige un esfuerzo al espectador.
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Crucificado. Antonio Saura |
Esto se debe, en parte, a que el propio contenido
que se ha de expresar es un contenido negativo. Si la historia de occidente ha
culminado en un episodio de extrema violencia, cualquier forma artística que
trate de disimular el dolor será tan culpable como los que causaron dicho
dolor.
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Campo de exterminio de Auschwitz |
Arte y Sociedad
Adorno reconoce que toda obra de arte surge en un
contexto social y que es parte de ese contexto. Sin embargo, el arte moderno se caracteriza por su autonomía, por su independencia de
otras funciones culturales.
Su autonomía es también
problemática. Por un lado, su autonomía
es un logro histórico, el arte premoderno no es autónomo y su función
era, en un sentido, más obvia. Por otro lado, solo el arte autónomo es arte
verdadero, el arte premoderno está aún bajo el embrujo de la creencia en
la posibilidad de una experiencia unitaria con la naturaleza.
Sin embargo, la autonomía
conlleva, de un lado, incertidumbre acerca de qué es el arte, de otro, una
problemática acerca de cuál sea su relación con la realidad.
Dice Adorno en Teoría
Estética: Ha llegado a ser obvio que ya no es obvio nada que tenga que
ver con el arte, ni en él mismo, ni en su relación con el todo, ni si quiera su
derecho a la vida (…) la libertad absoluta en el arte (…) entra en
contradicción con la situación perenne de falta de libertad en el todo. En éste
el lugar del arte se ha vuelto incierto. La autonomía que el arte obtuvo tras
quitarse de encima su función cultual y sus secuelas se nutría de la idea de
humanidad, por lo que se tambaleó cuanto menos la sociedad se volvía humana.
Justamente en su carencia
de función social específica reside su función, la función del arte moderno
es su carencia de función. Sólo así, en su radical
separación de cualquier función social, puede la obra de arte decir algo
crítico de ella.
Adorno nos dice que el arte es una promesa rota de felicidad. La obra de arte aunque
nace en el mundo empírico no es sin más un fragmento de ese mundo. La obra de arte nos permite, a través de la forma
y de su naturaleza ficticia, hacer referencia al mundo sin que a la vez
sea parte de él. Por ello en la ficción todo vale: no está determinada
por las condiciones que rigen en la vida común.
Es desde ese otro nivel
desde el que la obra de arte puede ejercitar la crítica. Sin embargo, la eficacia
de esa crítica es limitada y, puesto que solo es posible desde ese espacio
ficticio que caracteriza a la obra, su capacidad para intervenir en la realidad
es limitada. En la ficción todo vale, pero nada de lo que allí ocurra
tiene por qué afectarnos en la realidad.
Para Adorno, es posible,
aunque de manera muy restringida, entender el arte como mostrando esa herida que el hombre se produce a sí mismo
cuando niega su naturaleza o cuando la somete a la lógica de la
conceptualización. El arte, más que reconciliarnos con la naturaleza, puede mostrar las
aporías de esa reconciliación y la falsedad de algunas supuestas
reconciliaciones.
El arte no puede darnos
una imagen positiva de nuestra relación con la naturaleza. Solo puede aspirar a
mostrar dicha relación de una forma negativa, es decir, mostrando lo que no es
espíritu pero a través del espíritu, es decir, de la forma. El alcance
redentor del arte es, pues, más limitado, es un reducto de conciencia.
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Arnold Schoenberg y la atonalidad |
ARteStética @therestisnoise
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