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domingo, 15 de junio de 2014

Freud en el lenguaje cinematográfico

Aviso: Spoiler    

El problema que se nos plantea no es si nuestros deseos se encuentran satisfechos o no. El problema es saber qué es lo que deseamos. No hay nada de espontáneo y natural en el deseo humano. Nuestros deseos son artificiales, se nos debe enseñar a desear. El cine es el arte perverso por excelencia: no te da aquello que deseas, te dice cómo desear.
La clave principal de los films de terror dice que imaginemos la misma historia pero sin el elemento de horror. Esto es lo que nos brinda el trasfondo.
The Birds es un film sobre un joven de clase media alta de San Francisco que se enamora de un muchacho y va tras él a Bodega Bay, en donde se descubre que él vive con su madre. Y luego el típico embrollo edípico de tensión incestuosa entre madre e hijo quien se divide entre su madre posesiva y la joven intrusa. La pregunta que surge espontáneamente al ver The Birds es la siguiente: ¿Por qué atacan los pájaros? No basta con decir que los pájaros son parte del dispositivo natural de la realidad. Se trata más bien de la irrupción de una dimensión externa que, literalmente, rompe en pedazos la realidad.


Los seres humanos no nacemos naturalmente en la realidad. Para actuar como gente normal que interactúa con otras personas que viven en el espacio de la realidad social, muchas cosas deben suceder. Por ejemplo, debemos estar adecuadamente afirmados en el orden simbólico. Cuando nuestro lugar dentro del orden simbólico se perturba la realidad se desintegra. Proponiendo una fórmula psicoanalítica, el violento ataque de los pájaros representa una explosión intrusiva del superyó maternal. La irrupción es la figura materna que está entrenada para evitar la relación sexual. Los pájaros son pura energía incestuosa.
En Psycho es muy interesante observar la disposición de ambientes en la casa de la madre. Los eventos se desarrollan en tres niveles: primer piso, planta baja y sótano. Estos espacios reproducen los tres niveles de la subjetividad.


La planta baja es el yo. Norman se comporta allí como el hijo normal. Arriba se encuentra con el superyó maternal. La madre muerta es básicamente la figura del superyó. Y allí abajo en el sótano está el ello. El reservorio de pulsiones ilícitas.
De modo que podemos interpretar la escena en el medio del film, en la cual, Norman lleva el cadáver de su madre del primer piso al sótano, como si Norman estuviese transponiéndose a su madre en su misma mente, como entidad psíquica, llevándola del superyó al ello. Por supuesto, la lección que nos enseña Freud sobre esto es que el superyó y el ello están fuertemente conectados. La madre se queja primero como una figura de autoridad: “¿Cómo puedes hacerme esto? ¿No te da vergüenza? Esto es un sótano” Y luego se convierte en algo obsceno “¿Crees que soy pulposa?”


El superyó es una entidad ética, es una entidad obscena que nos bombardea con órdenes imposibles y se ríe ante nuestra imposibilidad de complacer sus demandas y mientras más obedecemos, más culpables nos hace. Hay siempre cierta locura obscena en la entidad del superyó.


Slavoj Zizek (Guía cinematográfica para el perverso)

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