Aviso: Spoiler
El
problema que se nos plantea no es si nuestros deseos se encuentran satisfechos
o no. El problema es saber qué es lo que deseamos. No hay nada de espontáneo y
natural en el deseo humano. Nuestros deseos son artificiales, se nos debe enseñar a desear. El cine es el arte
perverso por excelencia: no te da aquello que deseas, te dice cómo desear.
La
clave principal de los films de terror dice que imaginemos la misma historia
pero sin el elemento de horror. Esto es lo que nos brinda el trasfondo.
The Birds es un
film sobre un joven de clase media alta de San Francisco que se enamora de un
muchacho y va tras él a Bodega Bay, en donde se descubre que él vive con su
madre. Y luego el típico embrollo edípico de tensión incestuosa entre madre e
hijo quien se divide entre su madre posesiva y la joven intrusa. La pregunta
que surge espontáneamente al ver The
Birds es la siguiente: ¿Por qué atacan los pájaros? No basta con decir que
los pájaros son parte del dispositivo natural de la realidad. Se trata más bien
de la irrupción de una dimensión externa que, literalmente, rompe en pedazos la
realidad.
Los
seres humanos no nacemos naturalmente en
la realidad. Para actuar como gente normal que interactúa con otras personas
que viven en el espacio de la realidad social, muchas cosas deben suceder. Por
ejemplo, debemos estar adecuadamente afirmados en el orden simbólico. Cuando
nuestro lugar dentro del orden simbólico se perturba la realidad se desintegra.
Proponiendo una fórmula psicoanalítica, el violento ataque de los pájaros
representa una explosión intrusiva del superyó maternal. La irrupción es la
figura materna que está entrenada para evitar la relación sexual. Los pájaros
son pura energía incestuosa.
En
Psycho es muy interesante observar la
disposición de ambientes en la casa de la madre. Los eventos se desarrollan en
tres niveles: primer piso, planta baja y sótano. Estos espacios reproducen los
tres niveles de la subjetividad.
La
planta baja es el yo. Norman se
comporta allí como el hijo normal. Arriba se encuentra con el superyó maternal. La madre muerta es
básicamente la figura del superyó. Y
allí abajo en el sótano está el ello.
El reservorio de pulsiones ilícitas.
De
modo que podemos interpretar la escena en el medio del film, en la cual, Norman
lleva el cadáver de su madre del primer piso al sótano, como si Norman
estuviese transponiéndose a su madre en su misma mente, como entidad psíquica,
llevándola del superyó al ello. Por supuesto, la lección que nos
enseña Freud sobre esto es que el superyó
y el ello están fuertemente
conectados. La madre se queja primero como una figura de autoridad: “¿Cómo
puedes hacerme esto? ¿No te da vergüenza? Esto es un sótano” Y luego se
convierte en algo obsceno “¿Crees que soy pulposa?”
El
superyó es una entidad ética, es una
entidad obscena que nos bombardea con órdenes imposibles y se ríe ante nuestra
imposibilidad de complacer sus demandas y mientras más obedecemos, más
culpables nos hace. Hay siempre cierta locura obscena en la entidad del superyó.
Slavoj Zizek (Guía cinematográfica para el perverso)
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