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domingo, 15 de junio de 2014

Los emblemas musicales de Juan del Vado 2/2


5. LOS EMBLEMAS

5.1 Emblema 1. Armonía de Dios

Armonía de Dios, ¿pero un músico del siglo XVII tenía la misma noción que un músico contemporáneo? Para empezar hemos de dilucidar lo que un estudioso de la música entendía por armonía. Si bien, en la actualidad, el arte de la armonía versa sobre la simultaneidad de los sonidos, en cambio en el siglo XVII como en los precedentes, la armonía era más bien la relación entre las distintas voces que componen una obra para varias líneas melódicas, o lo que es lo mismo: el contrapunto.
El primer emblema que compone el prólogo de las misas está dedicado a la relación existente entre Dios Padre, María Inmaculada y Virgen, Jesús y la humanidad, pero la indiscutible protagonista del emblema es sin duda, María. San Bernardo, que comentó tan ampliamente el Cantar de los Cantares, aplica a la Virgen todas las metáforas, la adorna con todos los nombres graciosos y misteriosos que encuentra en la Biblia. Ella es la zarza, la estrella, la vara florecida, el vellón, la cámara nupcial, la puerta, el jardín, la aurora, la escala de Jacob. Nos la muestra prefigurada en todas las páginas del Antiguo Testamento.
¿Por qué es María la principal valedora del emblema? Además de la evidencia de una España mariana que intentó por muchos medios llevar a la Santa Sede el Dogma de la Inmaculada Concepción, es muy conocida la piedad que el hermanastro del rey Juan José de Austria profesaba a la Virgen, quien intentó convertir a la Inmaculada en un estandarte sacro-político.[1]
Por eso, el íncipit de la melodía circular, que da comienzo en el sol dibujado en su centro, parafrasea el inicio del Kyrie Rex virginum Amator Deus utilizado en la época para las fiestas de la Virgen. El emblema viene acompañado de unas anotaciones claves para interpretar correctamente su interpretación. Las palabras nos dice:

“Omnia per ipsum facta sunt. Et qui creavit me requievit in tabernaculo meo, de qua natus est Iesus qui vocatur Christus”.

Además dice:

“María Santísima conçebida sin pecado original: alegoría armónica en que forma un dúo (singular en lo común) con su sacratísimo hijo cuanto es permitido a la infinita distancia de criador a pura criatura por raçón de la feliçísima maternidad; naze una voz de otra quedando ilesa”.[sic]

Por otra parte, en el texto bajo el pentagrama y en la estrofa izquierda del interior del círculo se alude a la pureza de María que anda sólo por las notas blancas. Es decir, con todos los elementos anteriores Vado conjuga tres misterios: el hecho de que el creador (la primera persona de la Trinidad) sea, a la vez, gestado (como segunda persona) por la criatura del primero; la virginidad de María; la Concepción Inmaculada de ésta. Por último, en la leyenda inferior se establece el paralelismo entre Dios y la naturaleza humana que, como creada a su imagen y semejanza, imita a aquél. Las tres estrofas restantes del círculo refuerzan las analogías anteriores (no sin algunas incongruencias desde el punto de vista musical).
El resultado del emblema ya descifrado es un doble dúo que forma una composición a cuatro voces de la manera siguiente. La melodía entera, la única de las voces que comienza en el principio y continúa sin silencios importantes hasta el fin, representa a Dios Padre que, como Creador y como origen y fin de todas las cosas, incluye la melodía de María. Por otra parte, la naturaleza humana imita al Creador, la melodía entera de Dios Padre es imitada a la quinta superior a distancia de cuatro blancas por el tiple. La melodía de María, antes mencionada, está formada por las figuras blancas solamente, pues ha sido concebida inmaculada, sin pecado original y canta el texto “Tota pulchra es amica mea et macula non est in te”, diferente al texto de la melodía principal. La melodía de María da a luz a la melodía de Jesús, produciendo un dúo a distancia de tres blancas “quedando ilesa”, o sea, virgen, pues este dúo mantiene las figuras blancas de la melodía principal. Ambos dúos citados se yuxtaponen quedando configurada la composición a cuatro voces.

Emblema nº 1. Armonía de Dios 

5.2 Emblema 2. Real Casa de Austria y de Borgoña

Nos encontramos ante el emblema más simétrico de la colección de Vado. Si partimos con un eje de la parte superior a la inferior quedan configuradas dos mitades perfectamente contrapuestas. Los bastones de la Casa de Borgoña, las aves, y la corona, son perfectamente simétricos.
Para la realización del segundo emblema, Vado se sirve de los diseños, un tanto estilizados, de la corona imperial y los bastones de Borgoña. Al colocar la corona imperial, Vado se rinde ante su patrón midiéndolo con su tatarabuelo el emperador Carlos V, Carlos I de España, a quien debe equiparar en grandeza este segundo Carlos. Los bastones en forma de Cruz de San Andrés, donde le sirve para configurar la realización musical, es el símbolo de la organización principal de la casa real española desde Felipe I el Hermoso. El lema del emblema, bajo los pentagramas, también declara el procedimiento contrapuntístico a emplear: “Qui non est mecum contra me est”.
Todo este triunfalismo se resuelve en una composición a seis voces basada en el movimiento retrógrado o cancrizante. Las voces 1 y 2 salen de un mismo bastón, cantando una de izquierda a derecha y otra de derecha a izquierda, simultáneamente. Las voces de 3 y 4 salen del otro bastón, en la misma forma, pero a distancia de dos redondas con respecto a las anteriores (a causa de cada silencio colocado fuera de los bastones). La voz 5 es la corona en el sentido de las agujas del reloj, mientras que las 6 es la misma en sentido contrario. La melodía de la corona está formada por las seis primeras notas y las tres últimas de cada bastón.
En este emblema no hay texto literario aplicado al musical. Si en el anterior, y en casi todos los que siguen, la letra no se adapta del todo bien a la música, cantando casi siempre de manera forzada, el que nos ocupa está completamente fuera de lugar imaginar alguna, porque la escritura es claramente instrumental, como demuestran los frecuentes saltos, las notas repetidas y la disposición arpegiada. De hecho, tanto el perfil melódico como la extensión (sol-sol”) son especialmente idóneos para un violín, instrumento más que conocido por Juan del Vado y que en estos precisos años 1677-1679, los de la regencia de Juan José de Austria y los de la composición de los emblemas, estaba cobrando una importancia decisiva en la casa real española. Lo anterior es válido para los bastones. El caso de la corona parece, sin embargo, distinto, ya que M/1325 Vado, coloca el lema “Vadam et Veniam” bajo la música de los bastones y “Qui non est mecum contra me est” bajo la corona, a las que se adaptan bastante bien. El resultado es una composición para dos voces y cuatro instrumentos o prescindiendo del texto, para seis violines.

Emblema nº 2. Real Casa de Austria y de Borgoña

5.3 Emblema 3 y 4. Rueda de la Fortuna ínfima. Rueda de la Fortuna sublime

En los emblemas 3 y 4 Vado hace una diferenciación entre arte como artificio, y la naturaleza. Ambos emblemas tienen la semejanza de la rueda de la fortuna donde se circunscribe la música, encerrando unas aves. En el llamado Rueda de la Fortuna ínfima, escribe:

“Quien viere a un papagayo con auditorio le juzgará por el sabio de las aves, siendo sólo un parlero charlatán. Aquí se vee cuánto exçede el arte a la naturaleça, pues no sólo hablar, mas cantar un tono en deducçión afinada con sus quiebros se ha visto y oído en palaçio, de que depongo como testigo. Y lo que exçede a toda admiraçión: vi y oí tres páxaros canarios que formaban conçiones con el silbo en perfectísima deducçión enseñada con una flautica muy pequeña por un diestro flamenco, donde se vio competida la naturaleça humana de la irracional (si no exçedida). Tanto puede el arte que adquiere naturaleça superior, y si esto es fortuna en las çiençias se halla.”[sic]

Para entender el cometido del emblema, debemos saber que el papagayo reproduce hábilmente los cantos que él se proponga, aunque sin comprender lo que realmente reproduce su destreza. El lema del emblema es una pista clave para comprender la ejecución de la composición. Aparece anotado en su interior: “Exçede el arte a la naturaleza”. La ilusoria habilidad del pájaro aparece representada en la ilustración por la rueda de la fortuna, que procede de forma ascendente siguiendo el procedimiento de quintas del sistema hexacordal de “mutanzas”, que a su vez, representa las mudanzas de Fortuna. Con todo ello resulta una obra a cuatro voces, desde el bajo, la voz que inicia la composición, hasta el tiple, la voz superior.
A diferencia del anterior, en el emblema 4, de la Rueda de la Fortuna Sublime, el magisterio del ruiseñor, a la izquierda, es disputado por un mal imitador, el arrendajo:

“Es el ruiseñor poco a la vista, mucho al oído, ave tan sençilla como sonora, y, con no ser nosçiva, no le falta su contrario: eslo el arrendajo, ave que le remedia el canto pero mal imitado, y, aunque presume competençias, al fin descubre la villanía de sus ruínes vueltas, que es muy propio de los arrendajos querer competençia de el rústico dios Pan con el divino Apolo. También le ponen pleito a su magisterio algunas pinturas, dándosele a el búho, no sé por qué, si ya no es porque las aves a fuer de rústicas le intentan sacar los ojos por verle en la cáthedra. Consuélese el ruiseñor con serlo, pues no es poca fortuna el mereçerla, y, si fuere varia en lo común, en la singular discreción contará tantos triumphos cuantos contrarios.”[sic]

Emblemas nº 3 y nº 4. Rueda de la Fortuna Ínfima y Sublime.

La rueda de la fortuna es aquí, aunque injustamente, descendente desde el tiple hasta el bajo se logra una versión a cuatro voces cantando por quintas descendentes. La solución a la querella entre las aves y al antagonismo entre arte y naturaleza vendrá en el emblema 6, donde Vado se identifica con el ruiseñor bajo el lema triunfal “Exçede la naturaleza al arte”.


5.4 Emblemas 5 y 6. El Hércules peregrino. El Carlos

Es evidente la semejanza y la relación entre uno y otro emblema en la utilización de las columnas. Al igual que los dos emblemas anteriores, los dos últimos emblemas se hallan enlazados en el sentido iconográfico y por el soporte las columnas de Hércules. En el interior de las columnas, Vado ha escrito el lema “Vado et venio”, esto es, firmando su obra al incorporar su nombre en el lema, y por tanto, con la estima suficiente de un artista. El lema, como se ha señalado en emblemas anteriores, le sirve para ilustrar el procedimiento en que se basan todas las soluciones de ambos, es decir, el movimiento por inversión interválica.

“El haçañoso Hércules tebano, en una de sus peregrinaçiones, erigió por término aquellas dos columnas tan çelebradas, Ábida y Calpe, en lo último del mar mediterráneo con la inscripción “Non plus ultra”, pareciéndole que no se podía pasar de allí. Lo mismo me sucedió cuando fabriqué este canon, viéndole tan copioso que multiplica hasta 63 casos, pareciéndome imposible hallar otro tan fecundo. Y, como a Hércules suçedió el feliz Colón que descubrió las Indias Ocçidentales, que tomando por divisa las mismas columnas adelantó la inscripçión con su dicha poniendo “Plus ultra” por mote, así me suçedió con otro pensamiento que es el canon que se sigue a éste, el cual contiene 82 casos, que puse debajo del real nombre de mi dueño, rey, señor y disçípulo, por debida gratitud y por authoriçar mi obra. Y, pues no faltó a mi corto caudal Colón que adelantase este canon, se pueden animar los ingenios a descubrir nuevas Indias como otro Magallanes.”


Emblemas nº 5 y nº 6. El Hércules Peregrino y El Carlos.


Así que a las 63 versiones posibles del emblema 5 siguieron las 82 del emblema 6 con el lema “Plus ultra”. Pero he aquí que este último y las columnas fueron adoptados por el emperador Carlos e incluidos en su escudo de armas. Así, pues, los dos emblemas funcionan como una exaltación del Hércules borgoñón. Finalmente, en los versos que encabezan el emblema 6 el destinatario del libro, Carlos II, queda identificado con el primer Carlos de España, el emperador. De este modo, Carlos I, Carlos II, el compositor Juan del Vado, el ruiseñor y la naturaleza habitan, todos ellos, un espacio de poder y virtud. 





[1] ALVAREZ OSSORIO ALVARIÑO, Antonio. La sacralización de la dinastía en el púlpito de la Capilla Real en tiempos de Carlos II. Criticón (2002)  pp. 313-332.



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