Dice
Slavoj Zizek: Hollywood es la máquina ideológica perfecta, donde todo,
absolutamente todo, se ve transpuesto en una narración edípica. El
mayor éxito cinematográfico de todos los tiempos, Titanic de James Cameron, se pasa por este filtro ideológico.
¿Es Titanic realmente una película sobre el hundimiento de un barco que
choca contra un iceberg? Es preciso tener en cuenta que la catástrofe se produce
justo en el momento en que los dos jóvenes amantes (Leonardo di Caprio y Kate
Winslet) regresan a la cubierta del barco inmediatamente después de consumar sexualmente
su relación amorosa. Pero eso no es todo. De otro modo, la catástrofe
simplemente hubiera sido el castigo del Destino por la doble transgresión que
supone el acto sexual ilegítimo y la contravención de las divisiones de clase.
Lo realmente crucial es que, una vez en cubierta, Kate le dice apasionadamente
a su amante que, cuando a la mañana siguiente el barco llegue a Nueva York, se
marchará con él. Prefiere vivir en la pobreza junto a su auténtico amor a una
vida de falsedad y corrupción entre los de su clase social. Precisamente en ese
momento el barco choca contra el iceberg a fin de prevenir lo que sin ningún género
de dudas hubiera sido la auténtica, catástrofe, es decir, la vida de la pareja
en Nueva York: cabe suponer sin sombra de duda que las miserias de la vida
cotidiana no tardarían en acabar con su romance. El siniestro se produce con el
objeto de salvar su amor, generando la ilusión de que, si no hubiera tenido
lugar, habrían vivido felices por siempre.
Pero
ni siquiera esto es todo. Los momentos finales en los que se ve cómo di Caprio
mucre de hipotermia en el agua gélida mientras Winslet flota a salvo sobre un
gran trozo de madera, nos proporcionan una clave adicional. Consciente de que
le está perdiendo, ella grita: ¡Nunca te
dejaré marchar! , y al tiempo que lo dice, ella LE DEJA MARCHAR, incluso
llega a empujarle con sus propias manos. ¿Por qué? Porque él ya ha cumplido su
cometido.
Tras el relato de amor Titanic
oculta otra historia bien distinta acerca de una niña mimada de clase alta que
vive una crisis de identidad: está confusa, no sabe qué hacer con su vida... Di
Caprio no es tanto su pareja amorosa cuanto una especie de mediador evanescente cuya función es restaurar su identidad y el sentido
de su vida, su imagen personal (bastante literalmente, por cierto: él dibuja su
imagen). Una vez que ha terminado su trabajo puede esfumarse. Por eso, las
últimas palabras que pronuncia antes de desaparecer en el Atlántico Norte
recuerdan más al mensaje final de un predicador que a la despedida de un
amante: le dice a Winslet cómo debe llevar su vida, que sea honesta y fiel a sí
misma, etcétera. El superficial marxismo hollywoodiense de Cameron (el modo en
que privilegia a las clases bajas de un modo excesivamente obvio, así como su
descripción caricaturesca del cruel egoísmo y oportunismo de los ricos) no
debería llevarnos a engaño.
Slavoj
Zizek (Arte e Ideología en Hollywood)
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