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domingo, 22 de junio de 2014

La mirada lacaniana del arte


Jacques Lacan, el lector de Freud, revaloriza el psicoanálisis que había estado en descrédito. A diferencia de Freud, Lacan interpreta que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. El inconsciente ya no está en la profundidad, ya no es una estructura vertical, sino que éste se manifiesta de forma horizontal, como el lenguaje. Lacan concibe tres registros o dimensiones del sujeto: lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real.

Lo Imaginario

Entre los 6 y 18 meses de edad, tiene lugar el Estadio del Espejo, el humano reacciona con entusiasmo al contemplar su imagen en el espejo. Hasta este momento, el cuerpo no es percibido más que como una serie de sensaciones fragmentadas. En este registro, la visión de su imagen en el espejo adquiere la noción de unidad de su cuerpo. El Yo se construye gracias a esta percepción de uno mismo como Uno, y se constituye a partir de la imagen externa. Así, el Yo puede diferenciarse del Otro.

Lo Simbólico

El sujeto humano aprende quién es a partir de lo que otros le dicen, sigue construyéndose desde afuera. El sujeto simbólico es el sujeto que ha aceptado el lenguaje, la norma, la ley, la historia y la cultura. El sujeto incorpora las palabras que oye, genera su identidad en base a ellas. Si en el registro imaginario, el sujeto se identifica con la imagen; en lo simbólico, lo hace con el lenguaje.

Lo Real

Lo Real es la prehistoria del sujeto y será lo que a éste tienda. Es todo aquello que es excluido de la realidad, aquello de lo que no se puede hablar, puesto que está más allá del sujeto. Lo Real no se puede conceptualizar, pensar ni imaginar. Lo Real es justamente el estadio en el que se encuentra el bebé antes de entrar en el lenguaje y la cultura. Es la dimensión biológica.

Las dimensiones del sujeto

Para Lacan no existe lo íntimo sino que habla de extimidad, es decir, que incluso en esas conductas en las que nosotros creemos que somos originales, no lo somos. Los sujetos formamos parte de la cultura, estamos construidos de modo artificial, influidos por la sociedad. No hay un interior original, según este autor, sino que hay un exterior  y un interior que está al mismo nivel en el sujeto, ello lo representa a través de la línea de Moebius.
El sujeto se forma para él mismo, de esta manera no tiene interior ni exterior. Comienza fuera pero, poco a poco, se forma en el interior para terminar, otra vez, fuera.

Banda de Moebius

Para Lacan, ello es la clave de la formación de un sujeto. No hay una singularidad en cada sujeto sino que somos plurales. Por ello dice que el lugar del interior es un lugar simbólico que se pierde cuando entramos en el lenguaje.
El paso de lo Real a lo Simbólico es el paso de lo animal a lo cultural, el sujeto se divide y deja de ser uno y pasa a ser dos. Es el momento que el Yo se hace cultural, se divide. La cultura nos hace hablar y nuestras pulsiones se amoldan a hechos ya codificados. El sujeto utiliza un código ya preestablecido, de ahí que el sujeto comienza a ser dicho por el Otro. El sujeto ya no es original, ahora es cultural. Ese paso de lo Real a lo Simbólico no es un corte limpio, existen una serie de cortes o excedentes que no se pueden eliminar del todo, ese vacío siempre mantendremos instintos de plenitud, de ser uno con la madre. Ese excedente es la causa del deseo, es lo que Lacan llama objeto a.

El goce

Lo Real se parece mucho a ese mundo de plenitud paradisíaca, donde creíamos que dominábamos el mundo que ahora se castra. Por ello, siempre hay un deseo de volver a ese objeto (aquello que está más allá de la razón).
Ese objeto de deseo, de volver a lo real, es la falta que recuerda una plenitud, una huella que es la presencia de una ausencia. La dimensión de lo Real es también denominada por Lacan como Das Ding (la Cosa). Lo Real es una huella, es la presencia de una ausencia. Un objeto que por mucho que queramos llenar ya nunca volverá a llenarse. El objeto a es el objeto causa del deseo, que para Lacan es indivisible, y al que nosotros le vamos poniendo formas en diversos objetos reales.
Lacan introduce el concepto de goce, que está relacionado con la plenitud, que es al que aspira el sujeto. Este estado paradisíaco de plenitud, según Lacan siempre es imposible de acceder a él. Este gozo, casi en el sentido del éxtasis de la mística es siempre inalcanzable, puesto que está regulado por el principio del placer, esa barrera inaccesible que hace que el sujeto literalmente se tuerza al llegar a él y se encuentre en el otro lado. Es el vacío insalvable frente al que el sujeto siempre está o demasiado cerca o demasiado lejos.

La mirada lacaniana

Lacan desarrolla su concepto de mirada y el arte como un engaño al ojo en el Seminario XI. Habla del arte como objeto a, como un trasfondo para el ojo. Para entender eso hay que tener claro que para Lacan la mirada no está de parte del sujeto sino del objeto. La mirada lacaniana no se concibe como pensamos que es la visión del sujeto al mundo, sino que es el mundo el que nos mira a nosotros. 
Normalmente tenemos la teoría tradicional dada por Descartes, en la que pensamos que nosotros estamos en un lugar y vemos las cosas con distancia, como si esas cosas no nos estuvieran viendo. Lacan le da la vuelta a ese modo de pensar y dice que nosotros también estamos siendo mirados, que somos objeto de visión de esos objetos que miramos y que están en el mundo, incluso, antes que nosotros. Lo que hace Lacan, es meter al sujeto en mitad de la acción, que el sujeto ya no es un observador, sino que a su vez, estamos siendo observados, estamos en medio. La mirada preexiste al sujeto, el cual, mirado desde todos los lados, no es más que una mancha en el espectáculo del mundo


La mirada del mundo

Hasta ahora habíamos tenido la idea de Descartes. Como  observadores con distancia, entendíamos que nosotros veíamos la imagen (el mundo) pero no éramos el mundo. Ello lo que hace es que esa especie de barrera que separa a la imagen del mundo desaparezca, que en todo momento seamos una mancha dentro del campo de visión. Siempre que vemos no estamos viendo una imagen pura sino manchada por nosotros.
Sigue la idea del espacio coextenso del Barroco, entendido como un teatro que se abre al espectador aunque todavía está la obra pero se está abriendo al espectador. Esta es la clave de la Teoría de la Percepción, en la que se dice que no hay un interior ni un exterior. Esta es la clave del arte para Lacan.
El arte visto como una especie de pantalla-trampa donde se atrapa la mirada del mundo (del arte), que al mismo tiempo es un engaño para el ojo porque hace creer, por un momento, al sujeto que está viendo lo real. Detrás de la imagen, para Lacan, está la mirada, el objeto, lo Real, con lo cual el pintor en cuanto creador [...] entabla un diálogo. De manera que no es posible una ilusión perfecta, y aun si fuese posible no respondería a la cuestión de lo real, puesto que no puede representarse.
Para Lacan la pantalla entre el mundo y nosotros es una especie de salvaguardia (pantalla) entre nosotros y el vacío y si el arte tiene que ver con ese vacío, entonces, el arte es como esa salvaguardia o pantalla.
La mirada como pulsión visual, pulsión escópica, es decir, ese deseo de ver más allá, que recuerda la mirada absoluta de plenitud, el recuerdo de la mirada de la madre. La mirada es el deseo que nunca se satisface que para Lacan se relaciona con la madre que cuando llora el niño y la ve, este se calla; es el deseo de reconstruir el deseo del mundo.
Para Lacan, nosotros vemos pero al mismo tiempo estamos siendo mirados por el mundo. Nuestra pulsión visual, nuestro deseo de ver más allá tiene que ver con el deseo de ver el mundo. Pero según el autor, nosotros ya no podemos volver a la plenitud de la mirada, ya no podemos volver, nos tenemos que quedar en medio, en la pantalla que se interpone entre nosotros y el mundo.
La imagen, prácticamente es una imagen de la mirada. Es aquello que nos puede recordar a la mirada pura de la madre, que para Lacan, es la única manera de ver lo real a través de ver una versión empobrecida. Sólo podemos mirar la visión del mundo pero empobrecida. Por ello el arte es una frustración, porque nunca muestra todo. 

El arte de lo Real

Lacan entiende el arte como sublimación del vacío, como sublimación de esa pérdida que se produce del paso de lo Real a lo Simbólico. El arte se concibe como una trampa a la mirada, que sirve para atrapar, por un momento, esa plenitud que ya es imposible volver a retener.
La imagen del arte representado como algo que atrapa lo real y, que al mismo tiempo, nos protege como una especie de filtro, porque cuando lo real entra en el sujeto lo rompe, lo des-sujeta.
La clave es que sólo vemos lo Real a través de esta especie de filtro pero que no nos deja del todo verlo. El arte para Lacan es una frustración, es una especie de quiero y no puedo. Es una estrategia de la representación que le da forma a algo que no tiene forma, lo lingüístico (que no puede expresar, del todo, lo real).
Hal Foster, historiador y crítico del arte, en El retorno de lo Real, expresa que esa pantalla es la manera en la que cada sociedad, a través de la ley y las normas ve el mundo. Es casi, la reserva cultural con la cual vemos y entendemos el mundo. El objeto devuelve la mirada, de hecho, las cosas nos miran antes de que nosotros veamos.
El arte de lo Real, es aquel que intenta ir más allá del lenguaje, ir más allá de lo lingüístico, y trata de romper la pantalla que nos protege del mundo. 

Lo Real en el cine

Lars Von Trier, uno de los creadores del movimiento danés Dogma 95, es el paradigma de cine actual, con el que intentan salir fuera del modelo de Hollywood, e incluso, salir fuera de la cultura. En la película Idioterne, el director prescinde de guión, no hay música, y el montaje posterior está prohibido, en la que simplemente introduce la vida. Es como la nueva Nouvelle vague, es decir, un intento de llevar el cine a la realidad. 
Para ello reúne a un grupo de jóvenes más o menos acomodados que se reúnen tras una consigna singular: vivir como si fueran retrasados mentales. Una casa prestada, con amplio jardín, es su base de operaciones. Allí babean, deambulan absortos, balbucean frases, hacen de idiotas.
Esta película es una pulsión de vida, lo que pretende es llevar el arte más allá, desmitificarlo, que sea como la realidad, como la vida. Se quiere hacer como que el individuo no ha entrado en la sociedad, no sigue ningún tipo de norma, lo que se puede entender como estar más allá de la cultura, es un intento de salir de toda la Ley que oprime al individuo. Por ello, estos jóvenes intentan hacer el idiota.
La palabra idiota cuyo significado original en latín es simple, también se entiende como algo único, un ser real en el que no se ha producido la opresión del lenguaje, el paso a la cultura y no ha aceptado el Nombre del Padre.

Fotograma del filme Idioterne (Los idiotas)

En la película llega un momento en el que estos jóvenes que actúan como idiotas, o como seres que no han entrado en la cultura, van a entrar en contacto con deficientes mentales de verdad. Entonces se dan cuenta que, por mucho que quieran actuar como deficientes mentales, no lo pueden hacer ya que una vez que se ha entrado en contacto con el lenguaje, lo único que hacen es un intento de hacerlo, un intento de volver a lo Real sin conseguirlo, porque ya están contaminados por el lenguaje y la cultura.
Algo parecido sucede con el arte, por mucho que se quiera llegar a lo Real, no lo conoce, por tanto, es una frustración. Esa idea es la que según Hal Foster, está en el arte contemporáneo, la idea de la frustración del arte en cuanto que quiere mostrar lo Real, es un intento de llegar a lo Real. El arte que no muestra nada, que calla, que oculta, reduce o hace desaparecer lo visible, deberá ser, también, y en consecuencia, un arte de lo Real.

La peculiaridad de la pornografía

La pornografía es el género cinematográfico que lo revela todo al espectador, ya que no oculta nada (genitales, penetración, etcétera). Todo aquello que en un film romántico quedaba censurado y dejado a la imaginación del espectador, no es así en el porno. El mundo de la pornografía hace explícito aquello que no debe ser mostrado. El film romántico se construye en torno a un vacío, aquello que no se puede decir, en este caso mostrar, la narración fílmica del coito. Aquello a lo que aspira el film romántico y no llega, es lo que la pornografía banaliza. Lo que uno sugiere otro presenta.

Pues bien, la pornografía invierte la relación sujeto-objeto. Si Lacan habla que la mirada está en posesión del objeto y la visión del sujeto, en el mundo de la pornografía se invierte, y los sujetos son los actores y el objeto el espectador. Los espectadores nos volvemos objetos al mirar la imagen que nos revela todo, por tanto, la mirada perversa y destructiva está de nuestro lado.

La mirada del porno


         

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